Por qué celebramos el mes del libro

Por qué celebramos el mes del libro

El origen del Día del libro se remonta a principios del siglo XX. La idea partió en Cataluña, cuando el escritor valenciano Vicente Clavel Andrés se la propuso a la Cámara oficial del libro de Barcelona en 1923 y fue aprobada por el rey Alfonso XIII de España en 1926. 


Si bien los primeros años se celebró el 7 de octubre, en 1930 se instauró definitivamente la fecha del 23 de abril como el Día del libro. Esta fecha fue escogida porque coincide con la fecha en que Cervantes fue enterrado, el fallecimiento de Shakespeare en el antiguo calendario juliano, y la muerte de Garcilaso de la Vega en Inglaterra, todo lo cual aconteció un 23 de abril de 1616. Así, esta fecha tan simbólica para la literatura universal fue la escogida para celebrar este día tan importante.


Sin embargo, no es hasta 1995 que el Día del libro se convierte en un evento mundial. Y es que este fue propuesto por la Unión internacional de editores y presentada por el gobierno español a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. En 1995 se aprobó la proclamación del día 23 de abril como el Día mundial del libro y del derecho de autor. Esta celebración busca alentar a todos, en particular a las escritoras/es más jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y respetar la contribución de la tradición literaria. 

Desde su instauración como celebración mundial, el Día del libro se ha convertido en una fecha clave para la promoción de la lectura y la industria editorial. Sin embargo, con el tiempo, esta festividad ha adquirido un fuerte componente comercial, transformándose en una oportunidad para el mercado del libro más que en una verdadera celebración de la literatura.

En muchos países, librerías y editoriales transnacionales aprovechan la ocasión para lanzar promociones, descuentos y campañas publicitarias que, aunque fomentan la compra de libros, a menudo dejan fuera a pequeñas editoriales y autores independientes. Se privilegia la venta masiva de bestsellers y títulos trending, mientras que obras menos comerciales quedan en un segundo plano. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿celebramos realmente la literatura o simplemente impulsamos el consumo?

Un ejemplo claro de esta comercialización se puede ver en Chile, donde cada 23 de abril librerías de cadena en retail inundan el mercado con descuentos en títulos populares, mientras que las editoriales independientes y librerías de barrio deben esforzarse por captar la atención de un público que suele inclinarse por los libros más visibles en las vitrinas comerciales. 

Es cierto que ferias y eventos culturales han intentado equilibrar esta situación, de hecho, el panorama cultural en Chile es cada vez más diverso. En junio del 2009 nació la Furia del libro, la primera feria de editoriales independientes que contó con la participación de solo 18 editoriales. Este evento marcó un antes y un después en la industria editorial en Chile, y es que este espacio de diálogo directo entre editores y lectores fue un éxito en ventas y contó con un muy alto flujo de público durante los tres días del evento. Esto dio pie para la apertura de diferentes espacios y convocatorias para otras ferias de editoriales independientes. En 2011 nació el Puerto de ideas en Valparaíso, y en el 2012 la Primavera del libro,así es cómo se han ido abriendo otras a lo largo de todo Chile. Este aumento le ha dado un lugar de exhibición más directo a las editoriales, creando también un vínculo mayor con los lectores de sus libros. Esto permite que puedan ver de primera mano  cómo es recibido su catálogo editorial y las apreciaciones en torno a los títulos, como también sobre las impresiones del libro objeto, para editoriales más experimentales.

Esto ha producido un gran avance y aumento en torno a las editoriales nacionales, la última Furia del libro de invierno 2024 realizada en Estación Mapocho convocó a más de 250 editoriales independientes, universitarias y extranjeras. Esto significó la aparición de más autoras y autores, tanto jóvenes como escritoras/es con trayectoria literaria, para que viniesen a enriquecer el panorama nacional, brindando una bibliodiversidad nunca antes vista. 

Este crecimiento en la oferta editorial y en la visibilidad de nuevos autores debería traducirse en una mayor diversidad en la manera en que se celebra el Día del libro. Sin embargo, la lógica comercial que predomina en esta fecha a menudo simplifica la discusión en torno a la literatura, limitándola a estrategias de consumo que no siempre reflejan la riqueza del panorama literario actual.

A menudo, se reduce a una lista de libros recomendados o a descuentos llamativos, pero rara vez se generan discusiones profundas sobre el acceso a la literatura, la diversidad de voces o la situación de escritores emergentes. ¿Cuántos libros de autoras, o autores cuyas voces han sido históricamente relegadas, o editoriales pequeñas figuran en estas campañas?

Si bien el Día del libro sigue siendo una oportunidad para reflexionar sobre el impacto de la literatura en nuestras vidas, también nos invita a cuestionarnos cómo queremos celebrarlo. Más allá de comprar el libro del momento, podemos optar por explorar catálogos de librerías de barrio, apoyar proyectos editoriales independientes o simplemente tomarnos el tiempo para leer con más conciencia crítica.

El Día del libro, más que una estrategia comercial; debería ser un espacio para cuestionarnos qué y a quién leemos, cómo se construye el mercado editorial y qué historias quedan fuera. Tal vez la mejor forma de celebrar la literatura sea leer con más conciencia y apoyar a quienes mantienen viva su diversidad. Porque leer es un acto de resistencia, y elegir qué leemos también lo es.

Entonces, durante este mes, más que dejarnos llevar por la euforia del consumo, podríamos preguntarnos cómo podemos reconectar con la lectura. Hay distintas acciones que pueden darte el tiempo y el espacio para invitar a la lectura a tu vida como un acto libre, de cuidado y exploración. 

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